Un día encontré la forma de poder estudiar aquello a lo que quería dedicarme. Descubrí que estudiar y aprender lo que te gusta es de lo más gratificante que te puede pasar en la vida.

Cuando terminé mis estudios —corría el año 1997—, Google no existía y en la www había dos gatos, ¿te imaginas? Al día siguiente, me llamaron de la Editorial Forpax para trabajar con ellos. Ya estaba trabajando y aprendiendo, ¡qué más podía pedir!

Cuando acabamos el Proyecto Ninet —tropecientos libros para Educación Infantil de 0 a 6 años—, me llamó la fotomecánica con la que hacíamos los fotolitos para que fuera a trabajar con ellos: Imagen 2002. No había fotomecánica mejor en aquella época.

Todo lo que buscaba profesionalmente se estaba cumpliendo. Seguía trabajando y aprendiendo, pero no aprendiendo cualquier cosa ni con cualquier maestro. Estaba en la esencia del diseño gráfico. Ahí, mis ojos eran CMYK y mi nariz absorbía el olor de las tintas de la Heidelberg que no paraba en todo el día.

Pero al año tuve la oportunidad de formar parte del Departamento de Imagen Gráfica de la Ciudad de las Artes y la Ciencias.

Seguía trabajando y aprendiendo. El diseño gráfico cada vez me llenaba más. Cada trabajo que hacía era más gratificante para mí, ¡y mira que había estudiado ciencias puras en el instituto! Sin embargo, aquí mi romance con la ciencia fue total. No solo se trataba de maquetar lo que me daban. Debía descifrarlo para poder reflejarlo con letras y dibujos. Siempre tenía a grandes científicos a mi lado para explicármelo. Mi cerebro era una esponja…

No puedo contar aquí todo lo que aprendí durante esos 12 años que estuve desarrollándome como profesional y como persona.

A partir de aquel momento, comenzaron las crisis mundiales, me hice autónomo y fui sacando trabajos hasta que tuve la oportunidad de irme a Madrid a trabajar en una agencia de publicidad.

Y aterrizo en Cheil, la agencia exclusiva de Samsung a nivel mundial, en el Departamento Estudio. Los creativos pintaban y nosotros se lo transformábamos en artes finales para su perfecta producción. Éramos personas de cualquier parte de España y del mundo trabajando en el mismo sitio.

Estaba en el meollo de la creatividad, y aproveché para ir a exposiciones y charlas de diseñadores gráficos.

Seguía aprendiendo.

Pero claro, como la vida está llena de oportunidades, me surgió la de volver a trabajar en la delegación valenciana de una empresa nacional con sede en Madrid, dedicada a la publicidad exterior: Grupo Promedios.

¡Vaya! Este mundo lo desconocía desde la parte del exclusivista, y entré en el Departamento de Marketing colaborando a mejorar a la empresa con la satisfacción de los clientes a través nuestro.

Sigo aprendiendo…

He recopilado algunos de mis trabajos; todos, se haría muy largo. Si te apetece, échales un vistazo y valora con cuánto amor fueron llevados a cabo. Muchas gracias.